Obligarte a descansar

No me sentía estresada pero mi cuerpo empezó a somatizar como nunca antes lo había hecho: dormir mal, dolor de cuello, vértigo y, finalmente, no sentir los brazos. Me asusté pensando que me estaba dando un ACV y fui al doctor, en realidad mi jefe me mandó al doctor porque no me veía bien. El diagnóstico: estrés. Pero, de nuevo, no me sentía estresada. No tengo problemas familiares, ahora tengo un trabajo bueno y me llevo bien con mis compañeres, gracias a dios no tengo grandes problemas de plata, hace años que no me expongo a noticias que me hagan mal… pero mi mente no se calla entonces no descanso.

Busqué ayuda profesional en la forma de una psicóloga pero no funcionó, seguí con lo que me recetó el doctor al principio: higiene del sueño y hacer ejercicio. Si lo que me tiene mal es descansar mal, porque no duermo bien, hay que empezar por ahí a arreglar el asunto. Dejé de irme a la cama tan tarde, ya no tomo café cuando llego del trabajo, intento no mirar el teléfono después de las 10 de la noche y me metí a un gimnasio. Voy a clases de baile si, yo no sirvo para hacer ejercicio, además que no me interesa el tema del peso, lo que necesito es moverme.

El estrés llega de formas inesperadas, de verdad tu juras que estás haciendo todo perfecto pero de alguna forma el cuerpo te avisa. Personalmente, como escribí antes, yo juraba que estaba todo ok, pero este verano he sido una babosa sin ganas de NADA, culpando al verano y al calor de apenas poder moverme. Un círculo vicioso de no querer vivir.

Me vi obligada a descansar y no significa eso a que sólo intentara dormir el número de horas necesarias para funcionar, sino que a dejar la rutina, a sentir y ver y escuchar otras cosas. Así que partí unos días a la playa y el no estar en mi casa fue la mejor medicina. Desconectarme, ver el mar, tocar pasto, abrazar mucho a un perro gigante que había en la casa, comer lo que quisiera, juntarme con gente querida, ver otras calles, dejar el encierro. Me obligué? Sí. Pero fue para mejor. Volví recargada, de verdad con ganas de hacer cosas, si hasta estoy escribiendo acá, he cocinado distintos días, me he juntado con gente, he ido a las clases de baile, he hecho planes con otra gente, cosa que hace un mes hubiese sido impensado.

¿qué aprendí? Que tengo que escuchar mi cuerpo antes que llegue algo de verdad grave. Que cuando sienta que estoy en estado babosa, debo hacer algo al respecto y no dejarme estar por semanas en automático porque después olvido cómo volver a funcionar bien. Es difícil encontrar el balance y estoy aún aprendiendo, a veces no lo hago bien, pero al menos sé que hice lo que pude: busqué ayuda profesional, pensé mucho en qué estaba haciendo/sintiendo y de acuerdo a eso pude usar las herramientas a mi alcance para comenzar recién a mejorar.

Nada me asegura que esto no volverá a pasar, pero aprendí también que si necesito darme tiempo y salir de la ciudad o ver gente que me llena de energía, debo hacerlo. Meterme como babosa en una concha y convertirme en caracol está bien para un rato pero no para mucho más.

Un comentario sobre “Obligarte a descansar

  1. Te entiendo totalmente, me fui a la playa unos días en la segunda semana de la licencia (la semana pasada) y aunque no volví del todo recuperada al menos me dieron ganas de salir de casa, cocinar, fijarme horarios del club (todavía no llega la energía para ir jajaj) y dejar la psicóloga que no me estaba sirviendo. La semana anterior me había pasado durmiendo y llorando.
    Bien por nosotras. Te mando un abrazo.

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