De BFFs (Mejores Amigas Por Siempre)

Tengo una relación complicada con el concepto de mejor amiga. O no tengo. De eso va esto.

Hasta los 15 años, tuve mejor amiga. De esas que llamas después del colegio aunque hayas pasado la mañana entera en la sala de clases juntas, de las que saludas primero a las 12 en el año nuevo, de las que te cuelgas conversando de la nada por teléfono y te retan en la casa y la cuestión. Hasta los 15. Ahí fue cuando me patearon amiguísticamente por odiosa. Y nunca más.

No es que no haya vuelto a confiar en alguien por amistad, es que no me gustó que alguien tuviera esa cantidad de poder sobre mí. Mi mejor amiga dictaba casi todo en mi vida: desde lo que me ponía para una fiesta hasta con qué chiquillo podía yo pololear. Fue fuerte. Y fue culpa mía porque la dejé. Así que cuando confesó que ya no quería ser más mi amiga, me reté y me prometí que nunca más iba a dejar que alguien tuviera ese control sobre mí.

Así que ahora tengo un puñado pequeño de amigas y las quiero a todas por razones diferentes, las extraño a todas por distintas cosas y confío en todas en diferentes aspectos. Me llenan y me hacen feliz, pero esa vocecita que a veces entra a mi cerebro y me dice «pero tu eres sólo una amiga más para ellas, no eres nadie especial», me derrota. Le pego quince mil patadas en el suelo por odiosa, por pelmaza, pero a veces me llega y de verdad que la odio.

¿De dónde viene esa necesidad de tener a alguien tuyo 100% en quien puedas confiar hasta lo más mínimo? No sé. No lo entiendo. Hasta hace un par de semanas ni siquiera me lo preguntaba. De hecho, este post iba a ser sobre cómo yo no he tenido mejor amiga durante la mitad de mi vida y de cómo no la necesito, pero las cosas a veces cambian y de verdad me ha hecho falta esa persona en singular que sepa escucharme, aconsejarme y -por último- retarme por pensar estupideces. En general me reto sola, todo sola, y a veces sí me gustaría tener alguien que entienda cómo funciono, que me haga entender si la estoy embarrando.

Se me pasa rápido esa sensación de soledad terrible, eso sí, pero regresa. Quizás estoy muy vieja como para crear un lazo así con alguien, quizás ya pasó mucha agua debajo del puente, no sé; miro a mis niñas y las quiero a todas, no podría poner a una por sobre la otra, de verdad que no sabría a cual y me sentiría pésimo por relegar a las otras. Esa categorización de la amistad es la que me da problemas también, quizás porque a mi nunca me tocó estar en la cima para alguien que de verdad quisiera lo mejor para mi, porque me quería y confiara en mi. Estaba muy chica. El título de ‘mejor amiga’ era por tonteras.

No sé. Como dije, este post iba a ser sobre otro aspecto de la amistad duradera y de cómo no es necesario centrar todo ese sentimiento en una persona, pero en el camino pasaron cosas y me sentí un poco perdida, de verdad añorando esa cercanía exclusiva con alguien, de verdad queriendo no tener que hacer todo sola. Pero me miro en el espejo (algo que odio) y me digo que igual estoy bien, que es una más de las cosas que siempre quise y nunca tuve y que no me voy a morir por no tenerla, porque estoy bien, porque en vez de tener una amiga BFF tengo un puñado de personas que me quieren y yo las quiero, incondicionalmente. Y lo prefiero.